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En un post que escribí hace tiempo en mi blog, recordaba que el verbo “personalizar” tiene tres acepciones: 1) hacer alusión a una persona o a un grupo de personas en particular, 2)  adaptar una cosa a las características, gustos o necesidades de alguien, 3) dotar de  carácter personal, propio, a algo. Pues bien, en esta entrada me centraré en el último significado, que coincide con una de las prácticas que defendemos en nuestra Declaración de Consultoría Artesana, cuando decimos que:

“Buscamos imprimir carácter y sentido personal a lo que hacemos, de manera que cada caso es un proyecto nuevo. En él incorporamos nuestra materia prima, el conocimiento abierto, así como el aprendizaje anterior y la experiencia renovada”.

Por cierto, de las tres acepciones que cité antes, hay dos que pueden parecer contradictorias. Si uno desea imprimir su impronta personal a las cosas que hace, como los buenos artesanos, corre el riesgo de desviar el foco a uno mismo y perder empatía hacia las expectativas de aquellos para los que prestamos el servicio. Pero, por otra, como bien se expresa en “New Clues”, el nuevo Manifiesto Cluetrain publicado en 2015: Lo personal es humano. Lo personalizado no, así que grabar nuestro sello personal puede aportar una dosis de identidad que haga la experiencia única, también para el cliente. En fin, son dos aspiraciones en tensión que hay que saber balancear porque ambas aportan singularidad a lo que hacemos.

Para escribir este post me he detenido a pensar, probablemente por primera vez en serio y sin ataduras retóricas, qué significa para mí eso de “imprimir carácter y sentido personal a lo que hago”. Y me he dado cuenta de que, en realidad, hacer eso puede tener más ventajas para mí, como proveedor del servicio, que para el cliente porque de esa manera busco hacer de los proyectos algo más divertido y, sobre todo, ahorrarme la impostura de tener que adaptarme a unos estándares que me sean incómodos.

A más te vuelves un/a especialista, más se repiten las metodologías, pero los estados de ánimo y las emociones son más variables, y dejarlas que se expresen (dentro de límites razonables) en nuestro trabajo puede ser una oportunidad para aprender sobre nosotros mismos. Por eso, pensándolo bien, esa aspiración de imprimir sentido personal es quizás un acto egoísta, liberador, que nos humaniza profesionalmente.

Me gustaría decir que grabar nuestro sello personal suele ser un acto inconsciente, pero también puede ser deliberado. Es un proceso natural si puedes actuar con independencia, y no te obligan a meterte en un corsé corporativo. Los miembros de #redca, y los/las consultores/as artesanos/as en general, tenemos la ventaja de poder salirnos de moldes estandarizados, y eso explica que seamos tan diferentes entre nosotros/as, aunque compartamos prácticas y principios comunes. Si puedes y quieres actuar con libertad, “imprimir tu sello personal” va a ser una consecuencia natural de proyectar tu personalidad (y no la que impone la marca, si trabajaras por cuenta ajena) en lo que haces. Pero siendo eso verdad, también es posible añadir capas de intencionalidad a ese impulso espontáneo como una estrategia deliberada de diferenciación. Hay consultores y consultoras que dedican un esfuerzo extra, casi como una estrategia, para que ese “sello personal” no solo se dé, sino que también se note. Eso es algo totalmente legítimo, y suele funcionar siempre que se haga bien 🙂

La figura del poliedro que usamos de identidad visual de #Redca, como bien explica Juanjo, expresa la diversidad y complementariedad de esta red, pero también el hecho de que cada uno/a tiende a colocarse en diferentes planos, y conecta con los/las demás a su manera cuando proyecta su modo de ser en lo que hace. Por eso, responder a la pregunta que me hice antes con más concreción admite lecturas dispares, así que hablaré en primera persona del singular porque no me atrevo a afirmar que esta forma de explicarlo coincida necesariamente con la de todos los/las miembros de #redca.

Voy a describir a continuación algunas características de mi práctica de consultoría que creo que podrían imprimir “carácter y sentido personal” a lo que hago:

  1. Procurar no enlatar soluciones y, menos aún, recetar fórmulas que yo mismo no haya probado. Si se da el último caso, invito a explorar juntos pero dejando claro que es experimentación y no experiencia contrastada. Cortar y pegar es eficiente y barato, pero convertirlo en costumbre nos lleva a la muerte del espíritu y la vocación. Las herramientas digitales pueden estandarizarnos pero si, como dice Ana en su post, son “especias” que bien combinadas pueden generar “una experiencia sabrosa”, entonces siempre hay que intentarlo, a pesar (o gracias) a la tecnología. Por otra parte, creo que imprimir carácter a lo que hago es gratificante y una fuente de aprendizaje inagotable. Aunque parezca paradójico, es también una muestra de respeto, de que doy valor a quien me contrata.
  2. Ser auténtico y no reprimir mi personalidad cuando estoy en modo consultor. Mi forma de trabajar se contagia de mi forma de ser y, para bien o para mal, la hace diferente, porque cada persona es un mundo. Quiero sentirme libre cuando trabajo, sin dobleces, y por eso procuro ser la persona que soy, porque ya aprendí que nunca se sabe qué va a gustar y qué no. Si aborrezco la corbata y los trajes, uso pendientes, tengo preferencias ideológicas, y me disgusta lo que me disgusta, no tengo porqué parecer lo contrario por mucho que los cánones lo recomienden. Creo que algunos/as profesionales independientes se adaptan, e incluso se reprimen, por encima de lo conveniente, dando por hecho que los/las clientes esperan de ellos/as cosas que no son así necesariamente. Por eso hay pocas diferencias (insisto, para bien y para mal) entre cómo me proyecto en reuniones de trabajo y cómo soy fuera de ellas.
  3. Tratar de no hacer nada que me haga sentir mal como persona, que no respete mis valores y principios básicos (incluidos los éticos y… políticos). Tengo unos límites personales que mantengo cuando me pongo en modo trabajo. Por otra parte, la búsqueda de “presencia”, en palabras de Asier, es también “sentir un poco más que pensar”, así que trato de gestionar esos sentimientos de forma saludable. Si, como recuerda Manel, en consultoría artesana es clave comprender que trabajamos con las personas, y que eso implica poner en valor su diversidad, también tenemos que hacerlo respetando nuestra propia identidad.
  4. Cuestionarme mis métodos, herramientas y dogmas, y hacerlo sin complejos junto a los clientes. En mi caso, que “vendo” innovación, significa, por ejemplo, aplicarme el cuento en mi forma de trabajar y de exponerme. Si la innovación implica tomar riesgos, también los tengo que asumir yo. Eso incluye reconocer con humildad cuando me equivoco, y sobre todo, cultivar cierta capacidad de reírme de mí mismo. Esto último es de las cosas que más me ha costado, pero voy pillando las maneras 🙂

Asier comentaba, con esa destreza que él tiene para juguetear con una cosa y la contraria, que el hecho de que nos guste nuestro trabajo no está exento de cierta tensión, porque en ese deseo de entregar un “traje hecho a medida” ponemos tanto de nosotros/as, mezclamos tanto lo laboral y personal, que se corre el riesgo de entregarse demasiado. En ese sentido, cada vez desconfío más de gestionar ambos tiempos como si fueran uno solo. Creo que a menudo diluimos fronteras por encima de nuestras posibilidades, y que deberíamos aprender a hacerlo de otra manera.

Por último, también debo reconocer que hay clientes, y no son pocos/as, que prefieren interacciones más asépticas y controladas. Menos emocionales. Conciben unos estándares y quieren que les entregues eso. Nos ven como máquinas que entregan unos resultados, sin que importe mucho el proceso o camino seguido, ni la experiencia vivida juntos/as. No están interesados/as en abrirse a la posibilidad de que ese “sello personal” los pueda llevar a descubrimientos inesperados, si eso implica cierta pérdida de control. Por esa razón siempre digo que lo más importante (y quizás más difícil) de la consultoría artesana es dar con (buenos/as) clientes que la entiendan y valoren.

Nota: La imagen principal del post pertenece al álbum de Skitterphoto en Pixabay.com. La imagen del sello lacrado se encuentra accesible desde este enlace en Pixabay.com

Amalio Rey

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