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Las primeras veces que oí la expresión “Consultoría Artesana” e indagué un poco me atrapó una sensación de interés, curiosidad e incluso admiración: un colectivo de personas independientes pero con un fondo en común habían sido capaces de “sintetizar” y unir dos palabras, consultoría y artesana, que de forma individual llevaban un significado tan profundo y dispar, que verlas unidas provocaba cierta sorpresa, al menos para mí. El tiempo y las inquietudes comunes se aliaron y pude sumarme a este colectivo de personas, conocerlas en primera persona, debatir, hablar y sobre todo escuchar, para comprender que esa unión era perfectamente posible y repleta de posibilidades.

La complementariedad, la mezcla, la diversidad de este colectivo eran el aspecto identitario más potente. Quien suscribe, que lleva explorando por su carrera profesional las conexiones que se producen entre las marcas y las personas, se alzó a un campo inexplorado hasta entonces y quizá por ello se agolparon desde estos primeros momentos algunas preguntas del estilo ¿podemos pensar en “consultoría artesana” como una marca?, ¿qué la hace especial y cómo se podría desarrollar y potenciar aún más?, ¿sería posible trabajar sobre la posibilidad de representar visualmente este concepto tan potente? Cada exposición de cualquiera de l=s compañer=s de este colectivo, cada manera de ver nuestra profesión, sus virtudes y defectos y sus ilusiones y miedos, era una brecha que se abría una y otra vez en nuestro campo de las marcas. Dicho sea de paso, cuando nos referíamos de forma somera al branding, al marketing y demás, las cejas de los ojos se izaban sin ánimo de ofender pero sí con cierto recelo. Quizá lo artesano no necesite de marca, pero la percepción existente sobre “marca consultoría artesana” era ya de por sí muy significativa y podría ser el momento, después de más de 10 años de recorrido conjunto, de emprender un camino en torno a la marca.

Madrid 2013 supuso un punto de inflexión. En los debates y reflexiones conjuntas, donde de nuevo la diversidad y complementariedad estaban en todo momento encima de la mesa, apareció la figura del poliedro, ese objeto con diferentes caras donde nos ubicamos con mucha comodidad y fue el renacer de un concepto de marca que nos permitía sentirnos representados en el mundo de lo simbólico cargado de significados. Manel Muntada lo explicó entonces de forma extraordinaria. Las marcas potentes lo hacen así, con lo cual teníamos en nuestra parrilla de salida esa oportunidad para llevarlo a cabo. El Foro REDCA de ese mismo año alzó el telón de la expresión visual de nuestro poliedro, con sus diferentes lados poliformes, pero todos bajo un mismo paraguas que al mismo tiempo acogía la particularidad de cada un= de nosotr=s. Un poliedro con diferentes formas y colores, que por fin tomaba vida propia durante aquel encuentro.

Muchos aspectos importantes de nuestras vidas han de suceder en el momento preciso. Ni antes ni después. Probablemente haber asumido el desarrollo de nuestra identidad en un momento anterior no hubiera sido posible porque quizá ni se daban las circunstancias, ni la expectativa común estaba en su estado ideal y por supuesto la voluntad del colectivo. El encuentro de Zaragoza 2018 fue el impulso de madurez necesario para apuntarlo como reto, proyecto y sobre todo compromiso. “Saber esperar, esperar es la condición previa de todo entendimiento”, escribe Genazino en “El tiempo regalado” (Andrea Köhler). Éramos conscientes no de su necesidad pero sí de dotarle un espacio propio habida cuenta del compromiso global en avanzar en una mayor proyección conjunta, cada uno dentro de su espacio más adecuado a su situación, dentro además de una mayor sinergia e interacción entre todos nosotros. Sí, estábamos preparados. El debate, las confidencias, las ilusiones y sobre todo las ganas de dotarle de mayor visibilidad al concepto RED, hizo que lanzáramos el compromiso de dotar de personalidad propia a la idea de #redca y a #consultoria #artesana. Era nuestro momento porque la web necesitaba también un nuevo capítulo en esta historia de personas apasionadas por su trabajo y por cómo hacer su trabajo.

Quien me conoce sabe de mi insistencia sobre la diferencia entre marca y logotipo. Ya teníamos el poliedro, nuestro logotipo, ahora faltaba darle vida propia consistente. Necesitábamos además que éste explicitara y llenara de sentido el concepto que queríamos incidir: REDCA, porque nos une un propósito común en este proyecto de red, y las palabras consultoría y en especial artesana. Solo quedaba activarlo. Pero había un reto más para todo el colectivo que era ser capaces de manejar la marca sin encorsetarla, sin ataduras sino de manera abierta y tratando de expandirla hacia donde el recorrido de cada uno nos permita. Seguro que el futuro de esta marca es mucho más potente que lo que ya es de por sí hoy.

De ahí la variedad de su configuración, y todo un mundo de posibilidades que cada quien, desde sus diferentes versiones y la plasmación cromática diferente y multiforme dentro del propio poliedro, pero al mismo tiempo con la calidez y fortaleza de la complementariedad del conjunto, pueda conjugar su propuesta de manera independiente y dentro de un mismo símbolo. Una tipografía moderna, en minúscula para aportar esa cercanía que caracteriza nuestra forma de actuar y en un segundo tono cromático que ceda el protagonismo a nuestro poliedro.

El resultado lo tenéis ya en esta web y probablemente lo estéis viendo en algunos de nuestros documentos de trabajo. Pero quisiera insistir que no es solo un mero trabajo estético ni únicamente visual. Porque nos conocéis sabréis que los debates, mensajes, comentarios, matices y puntos de vista han sido una constante, y que este apasionante proyecto ha conseguido que la percepción y el sentimiento interno de representación simbolizada en una identidad visual como ésta, sea de un valor incalculable. Y esto está al alcance de muy pocas marcas: sentirse orgulloso de ella. Creo que hoy REDCA se siente representado fielmente en ella. Gracias por todo ello a mis compañeros y a mis colaboradores con quienes recorrer este precioso trabajo ha sido un verdadero placer.

Juanjo Brizuela
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