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Lo conversábamos hace unos días en Madrid, juntar las palabras “consultoría” y “artesana” en algunos momentos funciona como una especie de paradoja que obliga a las personas a pararse y repensar sobre las características de eso que estamos ofreciendo. Como decir “fuego congelado” o “agua seca”. Un buen gimnasio para la reflexión y para hacer más despacio y un poco más consciente.

Decía Juanjo que las marcas enseñan a comprar. Quizás es eso, que queremos que nos compren bonito, contradictorio… Decían que a veces Milton Erikson contestaba con frases absurdas, incompletas y sin sentido para que el interlocutor completara los vacíos con su interpretación y seguir navegando en el mar de las ideas que nos abren cabeza, corazón y voluntad.

Las buenas paradojas paralizan para lo bueno y para lo malo. A veces también nos congelan el suelo bajo nuestros pies con peligro de resbalón y autoboicot en interminables conversaciones autorreferentes y “huidas semánticas”. Esto daría para otro post.

En estas reflexiones andábamos cuando, tras rescatar el valor de todas las perspectivas, en un guiño a los interlocutores más jóvenes de la sala, dimos con una idea que me acompaña como murmullo desde entonces e imagino que se frota con cariño en ideas y emociones anteriores. Los y las “impulsoras artesanas” trabajamos también y especialmente en los momentos en los que los proyectos parecieran estancarse.

Hacíamos una pequeña caricatura y perdónenme los profesionales de las otras consultorías que no tienen nuestra suerte. Las grandes empresas extractivas de nuestro sector envían sus expertos a cliente, escuchan, sitúan el tipo de necesidad a la que responder, copian y pegan la propuesta X25-G, asignan un presupuesto y tras su aprobación el interlocutor cambia. Ya no se trata del que vendió la idea con su aura de expertis. En el trabajo se diferencian las tareas centrales de las secundarias y suele ser que hay más de las segundas que de las primeras.

Los años de experiencia, los nuestros, nos dicen que el buen oficio de acompañar a organizaciones no es algo que solo tenga que ver con el saber, la preparación y la edad. No hay nada malo en el trabajo de alguien que está empezando. Trae frescura, inocencia, cruza ideas de todos los proyectos abiertos, utiliza el trabajo para seguir aprendiendo, hay curiosidad, implicación…

Si conociste un profesional “junior” que no cumpla estas características también seguimos abiertos y abiertas a reconsiderar nuestros sesgos. No me importa tanto que compartamos o no esta experiencia.

Quiero llamar la atención en un aspecto que sí creo recurrente, cuando surge un problema vuelven a aparecer los “seniors” para arreglar el desaguisado. Voy a compartir, desde mi punto de vista, algunos impactos de esta disociación o especialización:

  • La persona que estaba acompañando el proceso deja de tener su lugar y de ser significativo para la organización y el proyecto. Esta intervención de los “mayores” inhabilita. Una cadena de desconfirmaciones de este tipo será difícil de levantar en tu vida profesional.
  • Al desaparecer el consultor de cercanía de la ecuación no hay posibilidad de entender si algo de la dificultad tenía origen en la relación establecida, en el contrato. Como mucho podremos pensar que la responsabilidad está en la organización o en el profesional de apoyo pero ya dejamos de ver lo que está entre estos.
  • Enseñan una relación concreta con el conflicto y los atascos, son realidades a mitigar y disolver con rapidez y sin miramientos. Está en juego el status y la imagen, lo más importante es defendernos.
  • Refuerzan una relación con estas situaciones simple, no hay ni tiempo ni intención para comprender los factores detrás de la situación y la relación entre estos. Si encontramos una relación con cualquier otra realidad serán causa y consecuencia. Normalmente entonces la solución pasa por encontrar al culpable.

En esta manera de plantear la relación que apellidamos “artesana” no hay otra persona que nos rescate de las situaciones difíciles. Los desajustes son parte de los procesos. Los viajes tienen aceleraciones, bloqueos, remansos, estancamientos… y todos hablan del proyecto. Cada una de estas viñetas reflejan una cara del poliedro formado por la organización, la persona con la que construimos la relación, el consultor o consultora y el foco, la pregunta que nos une.

De alguna manera ese roce nos da información del objetivo para el que entramos a trabajar. La relación y sus cambios están dándonos datos valiosos sobre los patrones, las inercias, las reglas invisibles por las que se orientan en la organización. Estas situaciones se convierten en una oportunidad única de entender nuestro trabajo en toda su expresión. Y la manera de gestionarlas en una oportunidad de regular la tensión entre lo que es hoy y nos gustaría que fuera mañana.

No nos rescatemos del conflicto; es un aliado en nuestro trabajo.

Images of women boxing or wrestling.
Schlesinger Library on the History of Women in America.

Asier Gallastegi

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