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De: Nacho Muñoz  < nacho@innovacioncolectiva.es >

Para< Lista de mail REDCA >

Asunto: ¡Ayuda, esto no da para un post!

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¡Buenas tardes!

¡Espero que la cuesta de enero haya sido liviana!

Os mando este mail en relación con el blog. Os cuento:

Como sabéis, en estos días debía terminar de escribir y publicar en el blog un artículo sobre el último de los valores que se definen en “nuestra” declaración de consultoría artesana, en concreto ese que habla de la:

Re(d)lación de confianza y perdurable que surge de trabajar con personas e implica establecer relaciones más allá de las contractuales del proyecto. En definitiva, incorporar a esas personas a nuestra red.

Mi intención con las primeras frases (e incluso párrafos), que iba escupiendo en el editor de texto, era la de exponer distintos motivos para justificar que es un fantástico síntoma de salud poder construir relaciones personales más allá de las relaciones profesionales, tanto con clientes/as como con colaboradores/as. Y también quería relatar que es un hábito, cómo no, que se practica desde la consultoría, artesanalmente entendida. Hasta aquí iba todo bien.

Sin embargo, a cada línea que escribía, una interferencia me andaba bloqueando cada vez más. Un ruido desagradable que venía de algunas experiencias recientes, no del todo buenas, pero también de contradicciones con la descripción del propio “valor”. Entonces, me daba cuenta que no, que sería imposible: no podía escribir un artículo buenista que expusiera esas bondades de la RE(D)LACIÓN como valor a practicar desde la consultoría, artesanalmente entendida.

No, porque…

  1. No conoces a un/a amigo/a hasta que no haces un viaje con él/ella

No siempre tienes una clientela y un equipo de personas colaboradoras con las que quieres construir relaciones de confianza perdurables. Hay gente a la que descubres su esencia con las mangas de la camisa ya remangadas, y es que antes de comenzar un proyecto, ya sea con un/a cliente/a o con un/a colaborador/a, todo son buenas propósitos. Pero cuando la cosa avanza, vas encontrando defectos a cada paso. Que si un comentario un poquito despótico por aquí, que si una consideración aberrante sobre alguna mujer participante del proyecto por allí… y de todo hay, ¿no creéis? Y no sé si os pasa: no me iría a tomar ni un colacao con alguno de mis clientes/as o colaboradores/as, a pesar de que sean interlocutores/as de proyectos apasionantes. La relación, cuanto más estrictamente profesional sea, mejor que mejor, porque una cosa no quita la otra: hay proyectos que me encantan, con interlocutores/as que detesto. Pero no por eso deja de entusiasmarme el cometido profesional para el que me han contratado.

  1. La confianza de la persona inocente es la herramienta más útil del mentiroso

Seguramente mi fallo a menudo ha sido desnudarme demasiado en los preliminares, mostrar más de lo que me enseñan, o quizá ofrecer más generosidad de la recibida, por aquello de generar confianza a tu compañía. Lo cierto es que hacer alguna de estas cosas antes de comenzar una relación profesional, junto a un/a colaborador/a o para un/a cliente/a, me ha permitido rebajar las barreras iniciales para poder colaborar honestamente y generar así un clima de confianza más profundo. Ha permitido, por qué no decirlo, encontrar la pasión por el proyecto antes de lo previsto. La generosidad la veo como una moneda que te permite transaccionar emocionalmente con la otra parte. Dar para recibir, que es algo muy cristiano, por cierto. Y no me ha ido, generalmente, demasiado mal. Más bien todo lo contrario. Aunque no es infalible. Esta misma receta también me ha dado como resultado recibir de la contraparte buenas dosis de aprovechamiento de la situación, o la generación de desequilibrios difíciles de restaurar, que provocan desavenencias casi insalvables para una posible relación perdurable. Me encantaría charlar más tranquilamente en alguna ocasión con vosotras/os sobre este tema porque es un asunto que tiene un trasfondo interesante para explorar.

  1. Mejor una red fuerte que me sostenga a una frágil que se rompa cuando la necesite

Quiero rodearme de poca gente. Bueno, no sé si se trata de mucha o poca gente: realmente quiero que mi red cercana la componga un número máximo de personas a las que pueda acompañar de la mano, cuidar como se merecen y asistir cuando las cosas no les va bien. Una red a la que mimar, una red robusta a la que poder recurrir, que me pueda proteger si lo necesito. Afortunadamente, esta red la tengo copada. Introducir más nodos en este espacio de cercanía me supone un esfuerzo inmenso, porque el día tiene las horas que tiene. Las gallinas que entran por las que salen: para cuidar como se merecen los/las que podrían entrar, no me quedaría otra que descuidar a las personas que ya están. Y no sé si quiero. Pero oye, ¡que no soy un huraño que no quiere relacionarse! tan solo digo que hay que manejarse con varias redes. Y que en las robustas caben pocas personas. No niego que hay que ocuparse de otras redes, que seguramente sean más débiles, pero a la vez también más fáciles de gestionar. Y en esas redes sí se encuentran clientes/as y colaboradores/as, gente que sí que merecen la pena. De hecho, ahí hay muchas gentes a la que aprecio. Por cierto, qué feo eso de usar la palabra “gestionar” cuando se trata de relaciones que van más allá de lo contractual, ¿no?

Bueno, que no me quiero enrollar más con este mail. Os cuento todo esto porque no me va a salir bien un post que no hable del valor de generar re(d)laciones desde una perspectiva sencilla. No quiero mostrar que eso de ir más allá de las relaciones contractuales con la gente que rodea nuestros proyectos sea una misión complicada y llena de matices que no cabrían tampoco en apenas unos párrafos.

Ya me decís que hacemos con esto. Lo mejor es que sea otro el que escriba del tema.  Como ya avanzaba en el título del correo, esto no da para un post.

Un abrazo,

Nacho

Nacho Muñoz

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