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Escribía Julen hace unos meses sobre la diversidad en la consultoría artesana y yo, estando completamente de acuerdo con lo que decía, sigo pensando que la imagen que transmitimos desde REDCA no termina de reflejar toda esa diversidad con la nitidez necesaria.

Empecemos por el propio término «consultoría». Sí, es cierto que en nuestra declaración hacemos un amago de definición refiriéndonos a ella como «el trabajo que se realiza por el cambio y la mejora de las organizaciones».

Entiendo la necesidad de simplificar, pero creo que esta definición hace un flaco favor tanto a la consultoría en sí como al resto de prácticas que aplicamos las personas que ejercemos la consultoría artesana.

En sentido estricto, la consultoría consiste en el asesoramiento profesional por parte de una persona experta en una materia. Me parece que el matiz es importante, porque implica que solo puedes hacer consultoría si eres una persona experta en algo.

Ser una persona experta en algo es todo un reto, pero ser una persona experta en varias cosas es una quimera. ¿Cómo puede entonces una persona que se declara consultora artesana trabajar en múltiples áreas sin ser necesariamente una experta en todas ellas?

La explicación es sencilla. Afortunadamente, cuando de cambio y mejora de las organizaciones se trata, hay otras muchas formas de actuación que son tan válidas como la consultoría, o incluso más, según las necesidades y circunstancias del cliente.

Por citar algunas, me estoy refiriendo a la formación es sus diversas modalidades, a los distintos enfoques del coaching o a la facilitación mínimamente intrusiva.

Por otra parte, también percibo esta falta de diversidad, o tal vez de representación de esa diversidad, en el planteamiento de nuestros servicios y en la naturaleza de los proyectos en los que trabajamos.

Todo lo que hacemos es consultoría artesana, pero no solo. Hay otras opciones que, aunque no se vean representadas, también son consultoría artesana. Porque tan artesana puede ser la consultoría social, de proximidad, low-cost o romántica como la consultoría corporativa, remota, premium o pragmática.

La artesanía —como explicamos en nuestras señas de identidad— tiene que ver únicamente con las perspectivas, enfoques y valores a la hora de abordar el cambio en las organizaciones. El resto es espacio libre para la diversidad y en él no caben ni la discriminación ni los prejuicios.

Y digo que transmitir nuestro compromiso artesano con la diversidad es fundamental porque si algo define a las organizaciones con las que trabajamos es precisamente su diversidad.

A veces me pregunto —desde esta perspectiva—cuál sería el perfil ideal de una persona que se dedica a la consultoría artesana y, por qué no decirlo, hasta qué punto encajo yo en ese perfil.

Mi opinión, pero también mi experiencia, es que el perfil ideal es aquel que posee todos los recursos necesarios para abarcar la diversidad de necesidades que plantean las organizaciones y los clientes.

Y esto implica, entre otras cosas, que esta persona necesita —como mínimo—ser experta en algo (para poder hacer consultoría propiamente dicha) y también tener el nivel competencial adecuado como formadora, como coach (idealmente en más de un enfoque) y como facilitadora.

Este perfil polivalente es necesario porque, en mi experiencia, muchos proyectos de cambio y mejora en las organizaciones requieren diversos enfoques a lo largo de su ciclo de vida.

Por ejemplo, en el campo concreto de la efectividad —que es el que yo domino— siempre recomendamos empezar cualquier proyecto con formación.

El motivo de esta recomendación es que, del mismo modo que no puede haber organizaciones ágiles con personas que no lo son, solo puede haber organizaciones efectivas si sus personas también lo son.

Por tanto, como la efectividad es una competencia, cualquier proyecto para mejorar la efectividad de una organización necesita empezar desarrollando esta competencia en sus personas.

El siguiente paso en el proceso es gestionar las expectativas y, sobre todo, las responsabilidades del cliente, motivo por el que siempre nos gusta ofrecer tres opciones de actuación como punto de partida para el proyecto.

La primera opción es un proyecto de consultoría real y, por supuesto, artesana. Somos personas expertas en efectividad y, por tanto, ofrecemos asesoramiento profesional en este campo.

Desde el punto de vista de la responsabilidad del cliente sobre el proyecto, es una opción cómoda, ya que el riesgo lo asumimos nosotros. Lógicamente, esta opción conlleva un coste significativo.

La segunda opción está en el otro extremo y es facilitación. Disponemos de metodologías propias, muy alineadas con la participación genuina, con las que simplemente facilitamos un proceso de transformación y mejora en el que el cliente hace la mayor parte del trabajo.

Desde el punto de vista de la responsabilidad, es la opción que conlleva un mayor riesgo para el cliente, ya que la asume toda. Por otra parte, es también la opción más económica.

La tercera y última opción es una combinación —de proporción variable, según el proyecto— de consultoría, coaching y facilitación. Hacemos un diagnóstico inicial, proponemos una serie de líneas de acción y co-participamos activamente en el proceso, pero es siempre el cliente quien decide qué hacer (y qué no), cómo hacerlo y a qué ritmo.

Desde el punto de vista de la responsabilidad, compartimos el riesgo a partes iguales. Y en el aspecto económico, es una opción a medio camino entre la consultoría y la facilitación. A mí es la que más me gusta, porque creo que es la que aporta más valor al cliente.

Esta diversidad de planteamientos que acabo de comentar es, en mi experiencia, idónea para abarcar la diversidad de las organizaciones con las que trabajo, ya que asegura que cada cliente tiene el proyecto que necesita según sus características y circunstancias específicas.

Y, como ves, lo consigo abordando los proyectos desde una perspectiva amplia que integra y aprovecha las sinergias entre las múltiples formas posibles de abordar el cambio y la mejora en las organizaciones. Una perspectiva en la que conviven diversas formas de actuación y donde no todo es consultoría, aunque sí artesana.

 

Jose Miguel Bolivar
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