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Siempre hemos entendido que la consultoría artesana va de la mano de quien la practica. El tiempo, en este sentido, va ofreciendo oportunidades de aprender. De lo que sale bien y de lo que sale mal. Cada cual parte de su conocimiento teórico, ese que se obtiene sobre la base de la reflexión (en buena parte, abstracta), y luego va añadiendo dosis de realidad a medida que avanza su actividad profesional. No solo importa la práctica en sí, sino el grado de consciencia que somos capaces de manejar.

Cuando hablamos de aprender, me siento cómodo con el esquema que veis en la imagen adjunta. Hay una parte de la consultoría en la que, sobre todo al comienzo de nuestras carreras profesionales, somos inconscientemente incompetentes (II), es decir, «no sabemos que no sabemos». Es ignorancia vinculada simplemente a una edad. No ha habido tiempo suficiente para adquirir consciencia de que hay mucho que no sabemos. Sí se puede intuir, pero en realidad estamos frente a una terra incognita que se va descubriendo a medida que aparecen proyectos que nos enfrentan a la realidad.

La consultoría artesana asume que la humildad es un elemento clave. No saber no debería de ser un problema. Es el punto de partida, es la oportunidad. No saber es lógico en un mundo que explota y que nos aboga a una infoxicación evidente. Hoy puede que no sepamos más por exceso que por defecto. Cuando te pones a aprender: ¿cómo reconocer la fuente fiable de la que no lo es?, ¿cómo fiarte de una inteligencia artificial generativa que solo sabe de correlaciones pero no de vínculos causa-efecto?, ¿cómo distinguir entre la tremenda marabunta informativa que nos rodea?

Dicho lo anterior, podemos correr el riesgo de negar la mayor y pensar que casi casi, hoy en día «nacemos sabidas/os» o, al menos que «saber será fácil». Hay tantas formas de aprender y teóricamente son tan accesibles que la tentación es pensar que «es fácil saber». Pero del dicho al hecho… ¡hay un trecho».

El gran descubrimiento es el que tiene que ver con el segundo paso del esquema, cuando conseguimos ser conscientemente incompetentes (CI). Es el gran momento eureka. Aquí es donde la consultoría artesana comienza a dotar de sentido a nuestra actividad profesional. No sé lo que sabe mi compañera de trabajo; no sé lo que sabe este cliente; no sé lo que ese proveedor. Ahí fuera hay muchas personas que saben lo que yo no sé. Y quizá lo que nunca llegue a saber. Porque saber que no sabes no conduce de forma automática a ponerse a aprender. Hay que poner en juego la asertividad: no tenemos, lógicamente, que saber de todo. ¿De qué no debes saber?

En la práctica de la consultoría nos enfrentamos a proyectos que nos conducen a sectores de actividad diferentes y a situaciones a veces muy complejas. ¿De qué debemos saber y de qué no? Importa la complementariedad de saberes, no lo olvides. La diversidad nos beneficia.

El salto hacia ser conscientemente competente (CC) supone poner en marcha, claro está, procesos de aprendizaje «acotados». ¿Qué y cómo vamos a aprender a desarrollar mejores prácticas de consultoría? ¿Dónde encontramos modelos de los que aprender? ¿Cuánto hay de ensayo/error y cuanto de «primero aprender y luego hacer»? Ten en cuenta que vivimos, en general, un cierto hype del «aprender haciendo», pero que puede haber situaciones en las que esa no sea la forma adecuada.

En cualquier caso, pasar de la consciencia incompetente a la consciencia competente parece representar el gran salto de pericia profesional. En la consultoría artesana me temo que no queda otra que practicar y practicar, de la misma forma que alcanzar el virtuosismo con cualquier instrumento musical exige exactamente lo mismo. Eso sí, recuerda: con consciencia sobre lo que estás haciendo. Este es un detalle fundamental. La reflexión sobre la propia actividad es fundamental.

¿Qué sucede cuando, como quien escribe este artículo, estás al borde de los sesenta años? Que has trasladado mucha competencia consciente al plano de los automatismos. O sea, eres insconscientemente competente (IC). Sabes que sabes, aunque no tienes muy claro por qué ni cómo lo sabes. Supones que tiene que ver con la experiencia, con las muescas en la mochila, con horas y horas de navegación. Ahí, en ese zurrón de lo inconscientemente competente hay tesoros, pero también hay riesgos. Ahí están en su salsa las inercias, las rutinas, los prejuicios o el «porque sí».

La consultoría artesana debe activar alertas para no caer en la autocomplacencia de quien se cree que sabe por su experiencia. Experiencias las hay positivas y negativas; las hay útiles y peligrosas. Como profesionales que sentimos cercanos lo personal y lo profesional, la persona que somos es la que «carga» con un buen número de automatismos. Más cuanta más experiencias llevas en la mochila. Cuidado con pensar que más (siempre) es mejor. 

Imagen de Evgeni Tcherkasski en Pixabay.

Julen Iturbe-Ormaetxe

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