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(Con cada caso y proyecto generamos conocimiento, pero nuestro valor no reside en atesorarlo, ni en métodos y técnicas privativas a resguardo de clientes y de otros profesionales, sino en abrirlo a nuestra comunidad).

Hace unos años, me comentaba un amigo que no sabía por qué volcaba tanto conocimiento (o al menos reflexiones) en mis artículos, que ese conocimiento podía ser utilizado por mi competencia para mejorar sus propuestas y su posicionamiento respecto a mí, sin conseguir yo nada a cambio. La verdad es que no lo había pensado antes, y a partir de ahí empecé a reflexionar acerca de «por qué lo sigo haciendo» y «por qué lo haré en el futuro».

Hay algo de contradicción en todo lo que hacemos (como bien ha dejado entrever Asier en su maravilloso artículo Sí, nos gusta nuestro trabajo). Y posiblemente lo que hago, y lo que hacemos en REDCA, sea una mezcla de altruismo y egoísmo, una forma de devolver lo que recibimos y una manera de capturar conocimiento ajeno. Sí, somos contradictorios, por eso el que diga que ha elegido esta manera de trabajar por bondad está mintiendo, pero al mismo tiempo hay algo de elección ética en ello (siempre la hay).

¿Por qué trabajamos de manera abierta? ¿Por qué desarrollamos nuestros proyectos de manera colaborativa? Antes que nada, porque es nuestra manera natural de hacer las cosas. Aquí hay algo de irreflexión: sencillamente no nos sale hacerlo de otra manera. No nos cuestionamos si es la mejor manera o no, sencillamente lo hacemos así. Pero creo que es interesante reflexionar sobre qué hay detrás de este comportamiento. Y aquí no estoy seguro de tener la razón, pero sí que los pensamientos que vienen a continuación son meditados y, evidentemente, susceptibles de ser mejorados y/o completados con vuestros comentarios.

Como dije antes, creo que hay algo de egoísmo en nuestro comportamiento. Y no lo digo como una debilidad o algo rechazable, sino como la constatación de que somos seres humanos. Todos actuamos en nuestra vida con un componente egoísta, buscando un beneficio.

La clave está, y aquí viene el componente ético, en si ese beneficio lo entendemos en una dirección (hacia nosotros/as) o en una dirección doble (yo me beneficio y tú te beneficias).

¿Por qué escribo artículos largos y trabajados? Porque me da el beneficio de que me obliga a investigar, me genera marca personal y me enriquece con los comentarios y aportaciones de los lectores. ¿Por qué trabajamos en proyectos colaborativos abiertos? Porque hemos comprendido que incluso más importante que el resultado de ese proyecto es el proceso que lleva a él. Y sobre eso volveré después.

Robert Trivers habló, desde un punto casi estrictamente biológico, del altruismo recíproco. Trivers analizó cómo determinados organismos colaboraban sin aparentemente ninguna necesidad, sólo por la posibilidad de tener un beneficio futuro. Sería demasiado triste que nuestro enfoque colaborativo se sustentara sólo en ese altruismo recíproco.

No hay duda, al menos para mí, de que algo de eso hay, pero tampoco hay duda de que el ser humano es un ser ético que, como dice Jonathan Haidt en La mente de los justos, dispone de una serie de fundamentos morales que tratan de llevarnos incluso hasta la transcendencia. No digo que la colaboración nos ayude a transcender, pero sí que se basa en una mezcla de altruismo, egoísmo y utilidad que la hacen necesaria para nosotros. Somos seres sociales, tribales, y eso no es posible sin una colaboración profunda.

Como señala Haidt, existe casi un ADN grupal que influye más en nuestra evolución que el ADN biológico.

Pero lo mejor de todo esto es que hemos comprendido que el valor de la colaboración, de desarrollar proyectos abiertos, no está en el resultado, sino en el proceso. Por eso es un modelo en el que siempre ganas, siempre hay beneficio puesto que siempre se adquiere conocimiento. Somos conscientes de que otros modelos centran su atención en el final, en los resultados obtenidos. Estos modelos finalistas tienen, por lo general, una debilidad evidente, no aprenden de los errores. Si lo que busco es un resultado, la forma de llegar a él no es lo importante, por lo que cualquier error se soslaya y se continúa. En cambio, en los modelos que podríamos llamar de medios o de procesos (colaborativos, al fin y al cabo), se presta incluso más atención a cómo se llega al final, de modo que de cada paso se aprende, cada paso enriquece y cada error se analiza. Las organizaciones que trabajan así son organizaciones resilientes, capaces de aplicar una mejora continua, y en estos casos el entorno natural es el abierto, el colaborativo. No tiene sentido aprender de los procesos si no se comparte y si otra persona de la organización puede cometer el mismo error.

Y ya que estamos, ¿por qué no enfocarlo de manera más amplia?, ¿por qué no aplicarlo a modelos donde diversas organizaciones colaboren? Eso, ¿por qué no? No hay razones para poner límites al conocimiento, no hay razones para no compartirlo. Nosotros es más inteligente que Yo. Los procesos abiertos y colaborativos no son cajas cerradas donde lo importante es lo que hay dentro, son escaparates donde lo realmente relevante es qué hacemos con lo que nos ofrecen.

Colaboramos de manera abierta porque no sabemos hacerlo de otro modo, porque es nuestra elección natural. Pero es que aunque nos dieran alternativas de gestión, creo que de una u otra forma volveríamos a colaborar de manera abierta. Somos así de raros.

Juan Sobejano
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