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Somos parte de ese colectivo de profesionales afortunados/as a los/las que “nos divierte nuestro trabajo”. ¡Sí, sí! ¡Has oído (leído) bien! No es la primera, ni la última vez que hablamos de ese estado, en el que estamos inmersos/as las personas que integramos #redca, de regocijo que nos provocan los proyectos laborales en los que estamos sumidos/as (aunque no todo el tiempo o al menos no todo el que desearíamos).

La diversión, como la suerte, nace o se hace. Esto es, en ocasiones “nace” con las primeras conversaciones con clientes… estamos allí y… de repente salta la primera chispa, se ve venir, como se suele decir, te entra un cosquilleo alegre por el estómago, indudablemente “hay química”.

Pero no siempre es así. En otras ocasiones, la diversión la buscamos en cualquier resquicio del proyecto que llevamos a cabo, en acciones que nos mantienen activos/as, que nos suscitan interés, que nos provocan que pasen las horas como si fueran segundos y que siempre nos dejan con una cierta tristeza (y sensación de querer más y no parar) al tener que cerrar el ordenador o dejar el bolígrafo para tomarnos un buen merecido descanso.

¡Ah! No podemos olvidar que, también existen ese tipo de profesionales donde el gen de la diversión parece haber acampado en su ser, así sin más, impregnando, de manera natural, todo aquello “que tocan” (¡dichosos/as sean!).

Puede que te preguntes ¿dónde encontráis la diversión a la hora de trabajar en consultoría (sobre todo si hay madrugón de por medio, si el cliente no es “la alegría de la huerta”, si estás en sola/o ante el proyecto o si los resultados esperados brillan por su ausencia)? Estás de suerte, te vamos a compartir un secreto: a la “diversión” la convocan tres conceptos que repetimos constantemente en Redca: el aprendizaje, la ilusión y la emoción.

Así, para consolidar y generar aprendizajes es fundamental combinar las dosis justas de los tres elementos anteriores y aplicarlos al trabajo bien hecho. Nos divierte el reto de aprender; la posibilidad de ilusionarnos que (por el momento) nos plantea cada proyecto. Ese querer empezar cuanto antes a desgranar una necesidad, a trabajar en la ideación de una solución, en sumergirnos de lleno en el terreno y de enfangarnos hasta las rodillas. Nos emociona el observar cómo, poco a poco (en ciertos momentos hasta muy, pero que muy lentamente) los objetivos se van cumpliendo, todo se va encarrilando y en bastantes ocasiones alcanzamos la meta planteada, e incluso alguna otra que no habíamos considerado en el proyecto inicial.

Nos ilusiona el reto constante, que nos saca del aburrimiento y la monotonía. Por ello huimos de los estándares de hacer siempre lo mismo con nuestros/as clientes/as (cada proyecto y cliente/a es único/a y una oportunidad para seguir aprendiendo y experimentando). Se trata de estar a gusto, de sentirnos satisfechas/os con nuestro trabajo y de percibir que nuestra clientela y nuestros colaboradores también lo están, y que juntas/os estamos construyendo conocimiento (generando, creando inventando soluciones) y logrando un impacto positivo.

Sería óptimo convertir todo aprendizaje en “divertizaje”, que no es más que aprender divirtiéndonos, llevando la contraria a la teoría de que son fórmulas que parecen repeler la consolidación de conocimientos, tanto individuales como colectivos. Y, por qué no, también en “sorprendizaje (término acuñado por el profesor Ramón Barrera). La sorpresa, afecta a la curiosidad y esta le da un toque al deseo, que impacta directamente sobre la motivación, que llama a la acción y que en muchos casos hace emerger el aprendizaje.

El sorprendizaje nos puede conducir a un estado de “ir fluyendo con alegría”. Según el profesor Mihály Csíkszentmihályi, las personas desarrollamos el estado de flujo (échale un ojo a su libro Flow) cuando realizamos tareas y funciones que nos apasionan, y que podemos estar realizándolas durante mucho tiempo y no nos supone ningún esfuerzo. Si llevamos estas palabras a nuestro campo observamos que ese flow o esa pasión vienen condicionadas por el “querer”. De este modo, identificamos cinco tipos de QUERERES que impactan en el flujo de nuestro trabajo: el QUERER experimentar, el QUERER aprender, el QUERER observar, el QUERER construir y el QUERER compartir.

El “querer experimentar” con cosas nuevas o diferentes, el “querer aprender haciendo” (learning by doing) o “creando” (learning by creating) y “divirtiéndonos” (“divertizaje”). El “querer observar” las particularidades de cada proyecto. El “querer construir” entre todos y todas las personas que participamos. Y, el “querer compartir” con nuestra red de colaboradores/as y con otras personas interesadas tanto lo que hacemos como el cómo lo hacemos. Y con tanto “querer” por aquí y por allá, pues es normal que surja el “amor”. Pensamos que el mundo de la consultoría necesita gente que ame lo que hace. Por suerte en #Redca pertenecemos a ese colectivo de profesionales “amadoras/es”, que dejamos huella. Por eso nos gusta compartir nuestros tatuajes más vistosos y variados que reflejan la pasión con la que ideamos, cuidamos, alimentamos y acompañamos a multitud de proyectos y sobre todo, de personas.

En todo este cóctel “chachipiruli”, donde se entremezclan ingredientes como la diversión, el aprendizaje, el querer, la emoción, la sorpresa… ¿qué puede salir mal? Pues la verdad es que algunas “cosillas” como por ejemplo: podemos aburrir si no sintonizamos, conectamos o interactuamos de manera eficaz y eficiente con las personas. Podemos tener que lidiar con situaciones comprometidas, comprometedoras o inesperadas que nos remuevan las tripas y la mente y que nos provoquen buscar una solución ágil, que de divertida y emocionante no tiene mucho. Pero, si conseguimos respirar por un segundo y levantar la cabeza, veremos que tenemos a un equipo que nos puede brindar herramientas y apoyo para hacernos “querer” seguir perseverando.

Para mitigar los efectos anteriores, quizás, desde hoy mismo, deberíamos  convertirnos en cultivadoras/es de proyectos y empezar a abonar a estos últimos con granos de emoción sincera y de querer-hacer y también con algunas semillas de amar los proyectos, de pasión por el trabajo bien hecho, y con abonos compuestos de divertizajesorprendizaje. Si tú ya haces lo mismo, cuéntanos cómo va la cosecha.

Ana Rodera - Naiara Perez de Villarreal
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