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Adquiere al mismo tiempo para cualquier persona la máxima importancia, como puede convertirse en muchísimos casos en uno de los motivos de queja y crisis profunda. La comunicación va siempre vestida con la capa reversible de lo positivo y lo negativo: se demanda, se desea, da miedo, es necesaria, requiere recursos, provoca confusiones, se teme, se requiere, duele, reconforta, convence. Dos polos que se atraen, dos polos que conviven, dos caras a tener en cuenta si queremos que nuestros proyectos caminen en la dirección deseada.

Quiero compartir una mirada de este poliedro en nuestros proyectos de consultoría, la que tiene que ver con cómo abordamos la comunicación en ellos. Como podéis ver, en cada post que compartimos en este espacio colectivo, la diversidad de miradas y de proyectos que desde esta parte de la consultoría, que definimos como artesana, es una constante hacia el “contar-escuchar-contar” que en muchos casos es permanente. Un proyecto diseñado desde la artesanía requiere tanto del compromiso “de”, “con” y “para” las personas que como humanos que somos y como seres relacionales, la comunicación es una capa más del proyecto al que nos enfrentemos.

Los proyectos de consultoría, en su gran mayoría, tienen ante sí un reto transformador. Una organización, una empresa, una institución, un grupo de personas identifican una necesidad para que su proyecto pueda abordar, matizar, mitigar o cambiar su forma de comportarse, sea mediante sus productos o servicios, sea mediante las relaciones entre las personas que hacen posible su día a día. Este camino hacia la transformación transcurre entre la senda del “hacer”, pero también lo hace desde el camino del “contar y escuchar”. La comunicación del proyecto, de su propósito, de sus avances, de sus dudas y verdades, puede ayudar a que este proceso hacia la transformación pueda ser factible.

Probablemente, piense mientras lee estas notas, que usted ya recorre este camino. Estoy convencido de que sí, pero quisiera recordarle un primer matiz: hay una diferencia esencial entre informar y comunicar. Aquí quisiera que comprendiera que la comunicación requiere de ambas partes, tanto quien emite como quien escucha, que posteriormente tiene su parcela de emisor o emisora, requiere de mucha escucha y conversación, y requiere además de modulación e intención de contenidos para sumar personas a cada proyecto. Informar es contar sin más; solo hay un objetivo: te lo digo. Lo que pueda suceder en torno a ello es otra cosa. Y esto es un riesgo en el mayor de los casos.

Comunicar un proyecto tiene un reflejo especial hacia el interior de cada organización. En su auténtica dimensión, no es únicamente trasladar un relato hacia el exterior de la organización, hacia los públicos que identifiquemos como claves para que observen, escuchen, piensen y/o interpreten que “algo está sucediendo” que pueda ser de interés. Quizás sea un objetivo a considerar, pero lo es más entender que cuando nos referimos a esta manera de abordar la comunicación lo es más hacia el interior de cada organización y hacia lo que compete a cada persona que forma parte de la misma. Comunicar “hacia dentro” es uno de los mayores retos que tenemos en nuestras organizaciones. La coherencia y la consistencia de nuestros relatos, pero la coherencia entre el “decir” y el “hacer” se convierten en claves para el buen desarrollo del proyecto en sí. Lejos de ser un mero acto verbal o visual se convierte en un signo esencial que lleva implícito la necesidad de relacionarse, de escucharse, de añadir matices y puntos de vista, de compartir una mirada, compartir una forma de ser y sobre todo una manera de hacer común.

La comunicación refleja el espíritu de cada proyecto que se pone en marcha. Debe mostrar su intención y sobre todo su camino hacia una posible transformación.

La comunicación proyecta un deseo que va trazando un camino conforme el proyecto avanza. Este deseo inicial es un trayecto que trata de recorrer fases y etapas que hacen que esa proyección pase de lo intangible a lo tangible del mismo.

La comunicación muestra diferentes perspectivas que llenan de matices el proyecto, pero sobre todo hace sentir al colectivo que trabaja en el proyecto como parte esencial en su desarrollo, sean como sean, tengan la responsabilidad que tengan.

La comunicación abre una puerta a nuevas miradas que surgen en el proyecto, que refrescan el propósito inicial, que llenan de contenido un espacio de transformación que quiere ser el nuevo pulmón y corazón de la organización en sí.

Más allá de mi convencimiento, obvio, por otra parte, de esta virtud, está la sensación de que es posible que la comunicación ayude en el desarrollo de cada proyecto de consultoría como hilo que cose a cada una de las personas que conforman las organizaciones y sobre todo que hace que pueda ser más sólida y consistente, más resistente ante los envites de las circunstancias que no controlamos y en especial que permita abrigar una nueva manera de abordar una etapa transformadora de la realidad. La comunicación también transforma. Si es así, añadámosla a nuestros proyectos de consultoría.

Juanjo Brizuela
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