Permitidme la licencia de publicar un artículo muy personal en este blog colectivo de nuestra red de consultoría artesana. Desde el principio hemos argumentado que colocar el apellido «artesana» a la consultoría que llevamos a cabo obliga a pensar en la persona que cada cual es. La pelea por separar personal y profesional se nos ha derretido como un azucarillo en una taza de té con menta bien caliente (es que tomo café). El té y el azúcar se han fundido en una experiencia única. Y sí, por supuesto que cada cual en REDCA juega con las cartas personales que tiene en la mano. Somos gente diversa, algo que se agradece.
Cuando en 2003 di el paso de dejar de trabajar en una gran empresa (permitidme la expresión) e iniciar el camino de la consultoría artesana sabía que estaba buscando, entre otras cosas, la soberanía sobre mi tiempo. No es que pensara que iba a pasar de negro a blanco, pero sí que, como trabajador del conocimiento que me consideraba, necesitaba otras reglas del juego. Una empresa industrial vive, hasta cierto punto, esclava de sus procesos y en función del sector sabes que tu capacidad de negociación es muy relativa. Va por barrios, pero en general el sistema actúa como un rodillo: no puedes escapar de la arquitectura global.
Al principio de dar el paso no niego que me sentía extraño saliendo con la bici de monte entre semana en un teórico horario laboral. Creo que mi salud mental y también la emocional pasan, a día de hoy, por pedalear, sobre todo por el monte. A estas alturas de partido nadie que me conozca un poco puede evitar asociarme con esta pasión. Es verdad que en 2018 se produjo un giro importante: defendí una tesis doctoral que se titulaba Innovación de usuario en el sector de la bicicleta de montaña: el caso de la comunidad online de la Orbea Oiz en ForoMTB. Hasta tal punto había llegado a ocupar espacio en mi vida la bici de monte que le pude dedicar tres años largos hasta conseguir el doctorado.
¿Cuánto de la persona que somos, más allá de nuestra valía profesional, transparentamos? ¿Tiene sentido que lo personal se funda con lo profesional y que cuando alguien te contrata pueda acceder a este tipo de información? Supongo que, como ya argumentaba antes, somos diferentes. Pues bien, de este argumento se derivará la postura que tomemos. Cada cual transparenta lo que cree conveniente. Sin embargo, yo soy de los que piensa que la confianza se construye en gran parte sobre la base de conocerte, cuanto más mejor. Si oculto parte de lo que me define creo que es más complicado practicar el enfoque artesano de la consultoría.
Mientras escribo esto tengo que decir que ahora estoy en el dique seco. Una inflamación del cartílago rotuliano me tiene quieto parado hasta ver si las sesiones de fisioterapia y un nuevo estudio biomecánico arreglan el desaguisado. Intento pensar que no pasa nada, que es ley de vida, que esto pasa por andar en bici. Prefiero renegar de que me duele la rodilla –hace ya más de año y medio me caí–, que no llevar una vida sedentaria. Viajar en bici, hacer travesías de larga distancia, de dos o tres semanas (algún día romperemos el molde y daremos un salto cualitativo), me hace mejor consultor. Quizá te parezca una afirmación fuera de lugar. En fin, es mi convicción personal. De ahí no puedo bajarme.
Pienso en mis viajes en bici y pienso en PDCA. Pienso en mi equipaje y estoy aplicando las 5S. Organizo toda la información para el viaje y estoy usando técnicas de 5S digitales. Subo por una cuesta que me está reventando y lo traduzco a objetivos y metas intermedias. Pienso en determinadas etapas y encuentro el propósito. Chateo con mis amigos de la investigación para la tesis doctoral (sí, los investigados se convirtieron en amigos; siempre dije que lo mío era observación participante) y aprendo de innovación de usuario y de experiencia de cliente. Ya veis, a lo mejor estoy un poco enfermo. El azucarillo se ha diluido en el té y solo puede apreciar el sabor. Me gusta.
El viaje siempre ha sido una buena metáfora para explicar los tiempos actuales. Uno planifica hasta donde puede. Lo paso bien preparando los viajes porque es una forma de acceder a la experiencia del viaje antes de que comience. Pero soy consciente de que no controlo todas las variables, ni mucho menos. En el monte los caminos pueden estar mejor o peor, el clima puede ponerse caprichoso y un pinchazo siempre puede venir de la mano de Murphy. Pero hay un propósito último. En realidad no tiene que ver con el destino; tiene que ver con la forma en que segregamos dopamina. No tengo aparato para medirla, pero sé que el surtidor se activa cuando mi mente comienza a viajar en bici. Antes, durante y después. Los humanos tenemos estas cosas: no hace falta realidad porque cada cual puede fabricarla a su antojo.
Bueno, pues hasta aquí hemos llegado. No sé si consigo explicarme. A lo mejor mi yo niño me envuelve al completo y os dice quién soy cuando recurro a la bici de monte y no a los proyectos de consultoría en los que trabajo. Quizá estoy en un momento vital en el que no quiero sentirme mayor y por eso intento engañarme con estas cosas de los viajes en bici. Hay que dejarse llevar. Muchas veces nos autoimponemos compromisos laborales que terminan por ocupar demasiado espacio en nuestra RAM. El trabajo casi siempre tiende a expandirse bajo el principio de Joule. Mis viajes en bici, creo, que lo confunden. ¿Qué es trabajo y qué no lo es? Agradezco explicaciones que pueden dejar amablemente en los comentarios. Que tengan ustedes un buen día.
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Te observo y siento parecido, salvo lo del café. Lo prefiero.
Creo cada vez más que las cosas que nos llevamos de lo personal a lo profesional y de lo profesional a lo personal, nos acaba por definir de esta manera de enfocar nuestra propia personalidad.
Cuida esa rodilla, anda.
Gracias, Juanjo. Sí, así lo veo yo también. La rodilla, mejor 😉