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Amaia García Dosouto

Soy licenciada en Sociología y desde 2008 trabajo en estrategia de marketing y comunicación digital, con fuerte especialización en social media.

En 2012 creé «No te pierdas en las redes«, cuya misión es extender entre empresas y profesionales el uso eficiente de sus recursos digitales. Hoy, somos un equipo de cuatro profesionales trabajando con pymes y comercios, ayudándoles a tomar el control de sus recursos digitales. Hemos trabajado con más de 300 negocios de Bizkaia, Gipuzkoa y Araba.

Me gustaría compartir con vosotras algunas características que he observado en el trabajo de consultoría en el ámbito digital que han ido definiendo mi enfoque como consultora.

¿Conocéis la frase «si tienes un martillo, todo son clavos»? Yo la tengo grabada desde que la escuché por primera vez porque refleja algo que ocurre habitualmente en el sector digital. Eres especialista en una tecnología y cualquier problema te parece que pasa por utilizarla. La tecnología que dominas es siempre la más virtuosa entre todas las alternativas.

Observo que generalmente se dedica poco tiempo a analizar si se puede construir sobre lo que ya se está utilizando o si, al menos, se puede rescatar parte, porque, como me responden muchas veces, «va a salir más barato empezar de cero» y es posible que sea cierto. La tecnología digital y los lenguajes de programación avanzan tan rápido que es fácil que soluciones que antes servían se hayan quedado obsoletas en poco tiempo. Sin embargo, creo que merece la pena plantearse si eso es lo que ocurre realmente o si damos esa respuesta porque no conocemos lo suficiente la tecnología que tenemos delante y lo que nos va a llevar las horas es aprenderla.

Cuantas más tecnologías conozco, más consciente soy de la necesidad de formarme constantemente en las alternativas que existen. Quiero poder elegir la más adecuada en cada situación y no casarme con ninguna. Ser honesta para reconocerlo y comunicar claramente a la clienta: «necesito dedicar algunas horas de análisis» o «entre las alternativas que existen, la mejor es esta, pero esta otra también está bien y yo la domino». Encuentro muchas personas desencantadas con sus procesos de digitalización y prefiero que entiendan la situación y puedan decidir acercarse a otra empresa o asumir el trabajo que yo les propongo.

Además, creo que es importante entender el momento en el que se encuentra el negocio. Para una micropyme que quiere optimizar su plataforma digital, el presupuesto de empezar de cero puede fácilmente consumir o incluso superar los beneficios que le habían llevado a plantearse esta evolución, frenando su crecimiento. Cuando he analizado un proyecto digital sobre el que realizar cambios o mejoras, el presupuesto final ha sido siempre menos elevado que hacerlo de cero. Ya habrá tiempo para cambiar la tecnología cuando los beneficios se estabilicen o crezcan.

Al tema del martillo se une la triste tendencia de echar por tierra el trabajo de compañeras de profesión, como si nuestra valía se afianzase por encontrar fallos a otras. A lo largo de los años, he aprendido que juzgar el trabajo de otras es complicado, principalmente porque no estabas allí cuando se llevó a cabo. No conoces cómo se tomaron las decisiones, si había limitaciones en el proyecto, si la proveedora y cliente se entendieron cuando planteaban problemas y soluciones, si estaban todas las variables sobre la mesa o si la clienta optó por una alternativa equivocada entre las que le presentaron.

Creo que conocernos entre nosotras (consultoras) puede ayudar a reducir esta tendencia. Tengo por costumbre acercarme periódicamente a diferentes profesionales y empresas que llaman mi atención. Simplemente me acerco a un taller suyo o les llamo directamente para hablar y conocer su enfoque y especialidades. Trabajo en red, ¡lo necesito! y creo que conocernos nos lleva inevitablemente a respetarnos. Hace poco, una consultora con la que había tenido conversaciones para colaborar, me llamó porque empezaba un proyecto con una clienta con la que yo había trabajado previamente. Compartí encantada con ella lo que habíamos hecho para que pudiese orientar más rápidamente su trabajo.

Por último, existe un aspecto que marca el estado de muchos proyectos digitales a los que acompañamos y es la evolución a golpe de subvención. Esto provoca que encuentres pequeños Frankensteins que hay que entender y reordenar antes de poder avanzar. Por un lado, muchas pymes y micropymes funcionan así porque no pueden (o no contemplan como relevante) invertir en su desarrollo digital.

Por otro lado, entiendo que  esto ocurre también porque una empresa «de las del martillo» ha ganado el concurso y quiere rentabilizar sus horas de trabajo implantando la misma solución para todos los proyectos con pequeñas variaciones. Aquí creo que las entidades públicas que impulsan y financian estos programas debieran ser responsables con sus decisiones porque, aunque puede parecer que se está incrementando el número de negocios «digitalizados», en muchos casos se está generando frustración. Se sorprenderían si contabilizasen no solo cuántas webs se han implantado, si no cuántas se continúan actualizando o cuántas están vendiendo algo un año después.

Digitalizar no es «café para todos». No todo proyecto necesita el mismo tipo de herramientas ni todo comercio tiene que vender con un Prestashop (tecnología para crear tiendas online muy flexible, pero de complejidad alta para la mayoría de comercios, al menos, en su primera fase de digitalización).

Debo decir que cada vez conozco más gerentes de pymes que quieren tomar el control de su evolución digital y deciden invertir, así como también más programas públicos que están cambiando esta forma de abordar la digitalización. Programas que entienden que cada caso es diferente y que hay que personalizar las soluciones.

Mi experiencia observando estas situaciones no ha hecho más que reforzarme en una forma artesana de hacer consultoría, así como en ofrecer capacitación a las gestoras de pymes para que controlen mejor sus recursos digitales y sepan qué pueden pedir y cómo medir los resultados de su digitalización.

REDCA también tuvo su mella en mi enfoque. Hace ya más de una década, cuando yo estaba empezando a emprender en Eutokia, os conocí en el taller “Todo por la pasta”. Aquel grupo de personas con valores tan diferentes a los que había conocido en consultoría, que colaboraban, compartían y buscaban el desarrollo conjunto me impactó. Su referencia ha continuado conmigo y es un placer tener la oportunidad hoy de volver a conversar con vosotras.

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