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Sostengo que la consultoría y todas aquellas profesiones directamente relacionadas con la ayuda y el asesoramiento profesional o personal, además de experiencia, requieren de un conocimiento humanístico y científico amplio y ecléctico, que vaya mucho más allá de la teoría o metodología especializada, que añada criterio, amplitud de miras y, en definitiva, favorezca la comprensión y estimule la empatía con las personas con las que se trabaja y en las que incide nuestra intervención.

En este sentido, la lectura debiera ser un hábito, algo totalmente integrado en el día a día, uno de los canales más importantes para el desarrollo profesional de la o del profesional de la consultoría.

El tipo de lectura al que me refiero no se circunscribe sólo a la de los textos técnicos, de pensamiento, ensayo o de actualización profesional, no, sino que comprende la narrativa sin importar que esta esté basada en hechos reales o de ficción, ni que la temática o el argumento sea de fantasía, policíaco, psicológico, histórico o de aventuras. Tan solo que sea buena literatura, basada en un relato bien construido y con sentido, el desarrollo de una historia basada en las evoluciones de unos determinados personajes inmersos en sus propias vidas, que estimulen en nuestra imaginación su visión del mundo, las circunstancias que influyen en sus decisiones, que muevan a empatizar con sus emociones y sentimientos que, en suma, permitan integrar a nuestra propia experiencia, su vivencia.

Esta es, sin duda alguna, una de las maneras más efectivas y económicas de aumentar nuestra experiencia, de conocer nuevos mundos, situaciones y personajes y, en consecuencia, de ampliar nuestra visión comprensiva sobre todo lo que nos rodea.

Por esta razón y visto que se trata de la publicación que cierra la temporada en este blog hasta pasado el verano, quiero aprovechar este espacio para compartir el interés de dos grandes obras de la ciencia ficción, dos clásicos que introduciría sin ningún complejo en el apartado de grandes obras recomendadas o de interés en consultoría.

El juego de Ender

El juego de Ender

Categorías: #formación #liderazgo #disrupción #innovación #resiliencia #conocimiento

En El Juego de Ender, su autor, Orson Scott Card, plantea un problema muy interesante a partir de una situación que nos es conocida, por recurrente, en el género de la ciencia ficción.

El futuro de la Humanidad está amenazado por una civilización alienígena que vuelve a intentarlo de nuevo después de haber aprendido las diferentes estrategias que los humanos han utilizado otras veces para defenderse, así como cualquier variación que pueda inferirse de ellas.

No hay ninguna probabilidad de obtener la victoria aprovechando la experiencia acumulada por la humanidad, la única manera de hacer frente a este peligro devastador es mediante una estrategia absolutamente disruptiva, ingeniada por una mente que no esté contaminada por ningún conocimiento anterior y que se vea libre  del efecto de aprendizaje de cualquier planteamiento hecho anteriormente; se necesita una mente virgen, la de un niño, Ender es este niño.

Inmersa en una trama compleja, esta novela va sobre la formación de un líder al que no se le puede enseñar nada para que, de este modo, pueda forjar una estrategia inédita, original e impredecible; para ello se escoge un escenario competitivo que exija ingenio y que esté libre de emociones que puedan ofuscar una buena idea por conectar con la ira o invocar al miedo o a la prudencia, un escenario que es en realidad un juego, El Juego de Ender,

En un momento como el de ahora, en el que la gestión del conocimiento está de moda y es considerada como uno de los elementos que determinan el grado de resiliencia de una organización, en El Juego de Ender la supervivencia se basa justamente en lo contrario, en interrumpir la línea de transferencia de conocimiento y afrontar conscientemente cualquier futuro posible desde una mirada absolutamente nueva.

La voz de los muertos

La voz de los Muertos

Categorías: #consultoría #conectividad #percepción #sesgos #humildad #diversidad #respeto

Creyendo que se trata de un video juego, Ender ignora que desde su consola está dirigiendo la batalla de verdad, enviando a la muerte, sin saberlo, a escuadrones de naves pilotadas por compañeras y compañeros suyos y exterminando casi hasta el genocidio a la civilización alienígena.

Engañado y devastado por la responsabilidad y por la culpa, Ender abandona su identidad y viaja a otro planeta donde, entre otras cosas, desempeña un oficio nuevo, el de ser Portavoz de los Muertos.

La tarea de un portavoz de los muertos consiste en lo siguiente: cuando alguien fallece, averigua quién fue esa persona para cualquiera con la que hubiera mantenido una relación personal y de esta forma obtener una visión holística de la vida de ese individuo que le permita arrojar luz a sus actos y conocer las variables que determinaron sus relaciones.

Desde la idea de que la vida de una persona es como un poliedro, con multitud de facetas que permanecen a la vista algunas y ocultas las otras, para cualquiera que las observe desde su perspectiva particular,  una vez recopilada toda la información, Ender convoca a las personas interesadas, se sube a un púlpito y, como portavoz de los muertos, explica cada uno de los motivos, de los logros y fracasos de la vida del difunto, revelando, una a una, cada cara del poliedro y delimitando sus relaciones con las caras adyacentes y, en consecuencia, disipando cualquier duda que pudiera haber sobre sus actuaciones.

Escuchar a Ender significa comprender quién fue y por qué actuó de tal o cual manera la persona muerta, cómo cada palabra que dijo o reacción que tuvo estuvo determinada por multitud de aspectos de la misma manera en que cada lado de la cara de un poliedro contribuye a delimitar la cara contigua.

Escuchar a Ender debía significar también relativizarse a uno mismo respecto al otro, dejar de creerse el centro de cualquier vida que no fuera la propia y comprender que no poseemos el conocimiento absoluto de nadie, que nuestra visión es sesgada y cualquier juicio que emitamos no contempla toda la verdad, que como mucho abarcamos a percibir un puñado de caras del poliedro, algunas de las cuales incluso desaparecen, desvaneciéndose entre las sombras por hallarse en la periferia de nuestro campo de visión.

Algo parecido a lo que sucede cuando conocemos al Joker de Todd Phillips, después de haberlo visto desde el punto de vista sesgado de Batman.

Manel Muntada Colell
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